La terminal de Cúcuta es la imagen perfecta de lo que pasa en esa ciudad, capital de Norte de Santander, 24 horas antes del día del juicio final en Venezuela: venezolanos atiborrados, algunos dormidos en camarotes, otros en sillas plásticas y la mayoría en el suelo, esperan el bus que los lleve al lugar donde desean reorganizar su vida. Arrancar de nuevo.
Cúcuta les sirve de tránsito. Los recibe con sus 32 grados centígrados en promedio, mal que bien los acoge en la terminal y después los expulsa. Christian Krüger, director de Migración Colombia, dijo en una entrevista en W Radio que la migración “es inteligente”.
Es decir, explicaba Krüger, la migración tiene como objetivo la búsqueda de un lugar que ofrezca opciones de empleo, de estudio, en últimas, calidad de vida. Y si hablamos de Cúcuta, la primera puerta a Colombia para la mayoría de venezolanos, hablamos de la ciudad más desempleada del país, con la tasa de informalidad más alta (68 %), con los mercados llenos de carne de contrabando (más de la mitad del mercado de carne en la ciudad viene de esta actividad ilícita), con cientos de personas aterrizando de la guerra del Catatumbo —Cúcuta es una de las protagonistas del posconflicto— y con una población famosa por la berraquera, que busca sobrevivir como puede.
Cada vez salen menos carreras”, dice Sigifredo Orozco, quien conduce un carro con el que le ayuda a la gente a transportar mercados o mercancías. Todos los trabajos formales le han sido esquivos, pero no se rinde. “A veces no alcanza ni para los recibos, pero uno no se queda quieto”, explica.
Según cifras de Migración Colombia, sólo el 30 % de los venezolanos que pasan la frontera hacia Colombia se quedan aquí. Según Krüger, la cifra es de alrededor de 300.000 a 350.000 personas. El resto son colombianos que están de regreso: se estima que un millón de colombianos vivían en Venezuela y muchos han vuelto. Los otros son personas que vienen de compras, a visitar familiares o por asuntos de salud, y luego regresan. Y finalmente está el grupo de aquellos que vienen de tránsito. Ellos son los que ocupan los pasillos de la terminal.
Algunos viajan a Ecuador, otros buscan llegar a Chile, Perú, Argentina o más cerca: Bogotá, Medellín, Cali. Cualquier lugar con más empleo que Cúcuta.
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Sin embargo, los restaurantes cucuteños están llenos de venezolanos en el servicio; también las peluquerías, los supermercados y los bares. Según el alcalde local, más de 11.000 venezolanos votaron en Cúcuta el plebiscito del 16 de julio, convocado por la oposición como un mecanismo para rechazar la asamblea constituyente y oponerse al gobierno de Maduro. En efecto, aunque las instituciones aún no tienen un censo, se estima que un gran número de venezolanos escoge Cúcuta como su destino. “Yo tengo mucho que agradecerle a Cúcuta”, dice Gloria Medina, venezolana que dirige un puesto de comidas.
Fuente: El Espectador.